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Patata frita, con forma de silla de montar, aka Paraboloide hiperbólico.
Y ahora viene la pregunta del millón... ¿Por qué es esto así? Pues porque el paraboloide hiperbólico es la estructura bidimensional que mejor resiste los esfuerzos de presión-tensión. Ya saben, la naturaleza es vaga y los sistemas físicos tienden siempre a su estado de mínima energía. La forma de paraboloide hiperbólico minimiza la deformación de la patata cuando, debido a los cambios de temperatura en la sartén, sufre esfuerzos de presión-tensión. Impresionante, ¿no?
Esta historieta merece una introducción histórica. En primero de carrera, en mi primer examen de febrero, de análisis matemático (¡ojo! no física ni química, sino matemáticas), cayó este mismo problema. Cuando hacemos rodajas una patata y la tiramos al aceite, cada rodaja es plana. Cuando la sacamos, ya no es plana. SIN utilizar argumentos físicos ni químicos había que dar el motivo. Nadie resolvió el problema, y eso que éramos más de 300 en clase. El profesor, con mucha fama -bien ganada- de duro, no publicaba las respuestas a los exámenes. Nos quedamos todos sin saber el porqué de la forma de las patatas fritas ( ni siquiera la forma, es difícil verlo si no te lo han explicado antes). Este escribidor que les incordia estuvo meses buscando la respuesta a la pregunta en los ratos libres, de libro en libro en la biblioteca, sin éxito. Y ahora, como en las películas:
Cuatro años después...
Me hallaba yo leyendo un libro sobre la arquitectura de Gaudí, en quinto de carrera, cuando de repente se iluminó el cielo y unos lagrangianos con trompetas bajaron haciendo sonar la fanfarria de la iluminación espiritual. El libro lo decía bien claro:
Gaudí hacía uso extensivo del paraboloide hiperbólico para sus cúpulas y techos. El motivo es que esta estructura bidimensional es óptima para resistir los esfuerzos de presión-tensión, por lo que de forma barata pueden obtenerse techados con gran resistencia de carga...Me quedé quieto, extásico, maravillado. Pasaron minutos. ¡Por fin, cuatro años después, sabía la respuesta al maldito problema de la condenada patata frita! Esa sensación de descubrimiento, de ver cómo las piezas del Universo encajan con un gran !clic!, de modo que todo cobra sentido de nuevo, estoy seguro de que esa sensación es la que ha impulsado a los científicos durante siglos. Y eso que yo no había descubierto nada, lo había leído. Imagínense si llego a descubrirlo. Habría salido de la bañera en pelotas a la calle gritando !Eureka!, ¡Eureka! (bueno, en eso tampoco habría sido yo el primero).
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